A todos nos gusta la ley, y que la ley la cumplamos todos. Es una condición sine qua non para que todos respetemos y disfrutemos la convivencia entre seres humanos. Si no transgredimos la ley, soportamos mal que otros lo hagan y les salga bien.
Pero hay otras leyes que por evidentes están más ocultas al ojo del ser humano normal: las leyes del espacio y del tiempo, y a nadie se le ocurre que un ser humano normal, maestro jubilado por más señas, consiga violarlas en su propio beneficio: para ir del punto A al B hay que pasar por muchos otros puntos intermedios, faltándonos letras del abecedario para nombrarlos. Además, eso requiere esfuerzo y tiempo. Pero ¿qué diríamos si asistiéramos a una descripción más o menos pormenorizada según una ciencia ficticia de cómo Indalecio, el antihéroe de esta historia, lo consigue?
Evidentemente, esta trilogía no se me ocurrió para explicar lo aún inexplicado por la moderna ciencia, sino para entretener y divertir a mis lectores, explotando la consabida ucronía, el ¿Y si..?
En 2009 se me ocurrió escribir sobre este tema, cuando estaba en plena siesta en mi casa de la playa, a orillas del Mediterráneo, el mar que vio llegar y marcharse a tantas culturas y civilizaciones diferentes. Se me ocurrió que bien podría ser testigo de la gestación de la última y definitiva civilización, aquella que ocasionaría la defunción de países, fronteras e incluso culturas diferentes para confluir todas ellas en una civilización única en la que habrían vertido sus aportaciones positivas todas las anteriores que en el mundo han sido. ¿Cómo? Lean ustedes el libro, y se enterarán de ello. De momento pueden conocer ustedes el índice y un fragmento de esta novela.
En el segundo volumen, Tricronía, asistimos a la génesis de la Diosa de la Música, Miseva, la que se generó a orillas del río más largo del País del Sur, testigo de varias civilizaciones humanas pretéritas, así como del arte de estar tres veces en el mismo sitio al mismo tiempo, que es lo que significa esa palabra que se me ocurrió para titular este segundo volumen, aunque el concepto en sí no sea nuevo en el mundo literario, ni en el cinematográfico, que viene a ser un derivado del mismo, aunque se lo vista con las sedas del dinero y la pretenciosidad a costa de las únicas seis artes que existen, y cuyo nombre usurpa el cine, que no es más que negocio y espectáculo de masas, que no de musas, ni de mesas ni de misas.
También pueden leer el índice y un fragmento de este libro, antes de considerar su obtención.
El tercer volumen se publicó en Amazon el mismo año que los otros dos, en 2011: Los desterrados.
Narra las vicisitudes de un grupo de humanos que emprende la conquista del espacio años antes de que ocurran los sucesos descritos en los dos primeros volúmenes, y tras muchos miles de años, mientras el hombre progresa adecuadamente en su planeta de origen, ellos llegan a otro sistema solar en que encuentran un planeta amistoso con el hombre y despoblado, al que llaman Rodio debido a la preponderancia de este elemento simple en su superficie. Por desgracia para ellos, resultan ser una especie comestible para otra que llevaba millones de años viviendo en un planeta cercano, los Irkil, y se desarrolla una guerra interplanetaria entre ambos mundos..., hasta que los localizan y los ayudan dioses venidos de más allá de las estrellas.
¿Quiénes son y de dónde han salido estos dioses entrarrodianos? Si queremos saberlo, hemos de conseguir este tercer volumen —el más corto de la trilogía— y leerlo con espíritu crítico, aunque de nuevo podemos encontrar su índice y un fragmento antes de considerar la posibilidad de leerlo completo.