El segundo volumen de Transgresión tiene, a su vez, tres partes: 1 Aussie, 2 Irkulación, y 3 Música cósmica. En la primera parte asisistimos a la génesis de un continente y a la recuperación de una diosa, Aussie. La segunda parte trata de un planeta en una constelación lejana, a cuyo planeta vecino llega una expedición terrestre, que lo bautiza con el nombre del material más abundante en su superficie, el rodio. Los rodianos fundan una civilización un tanto anárquica, dividida en varios continentes que reciben nombres de mujer: Isa, Raquel, Aurora y Maria que no tienen nada que ver entre sí, al menos políticamente, incluso el último está formado por miles de islas unidas políticamente con el curioso nombre de Confederación de Repúblicas Marianas. Pero son unidas por la papisa de la religión emergente, la Religión Cándida.
Esta parte también tiene un Censo de personajes para que el lector se oriente, pues los conceptos y personajes son tan variados como en el volumen anterior. Lo pongo a continuación:
Les incluyo un fragmento de este segundo volumen, la primera escena del primer capítulo:
Ella abrió lentamente los ojos.
Se encontraban a la sombra de un árbol, sobre el que ella inconscientemente había recostado su espalda, y buscaba con la mirada el sitio donde su interlocutor podía estar oculto, porque no lo veía, a pesar de estar escuchándole perfectamente. Aún algo atontada, había reaccionado a sus palabras, pero no se había planteado otras cosas más importantes, como dónde estaba él, porque era una voz grave de varón que no le era del todo desconocida, por qué la escuchaba desde todas las partes a la vez, a qué se debía la sensación de bienestar y de sentirse protegida que no le llevaba a desconfiar de nada, aunque sabía que estaba totalmente en manos de ese ser que le dedicaba esas palabras tan extrañas de bienvenida y que le acababa de cambiar el nombre.
Al buscar con la mirada a su interlocutor, no lo vio. Pero vio que estaba sentada en un césped muy tupido, bajo un pino frondoso, una especie que no conocía. La temperatura era muy agradable, y las nubes cubrían todo el cielo, dejando pasar un curioso rayo de sol por un hueco entre ellas. Ese rayo de luz daba en la orilla de una playa cercana, donde había olas suaves que invitaban a nadar.
Aussie recordó el Sol. Recordó su última voluntad. De modo que la habían enviado a su estrella, después de todo, para que luciera durante un nanosegundo. Pero aquel ser interfirió. Aquel ser que le hablaba la trajo a su mundo. Y ya no quería morir. Ahora estaba en paz con la vida. Podría suicidarse si no le convenía lo que aquel ser pretendía de ella. Pero antes tendría que saber qué era. Lo más extraño era que no se sentía vejada, incomodada, y, en el fondo, estaba encantada de estar allí. Le gustaba el entorno. El clima era agradable, no tenía hambre, no tenía sed. Seguramente aquel ser le había proporcionado ya todo lo que necesitaba, y se lo iba a dar siempre. Quizá ese ser no la dejase suicidarse. Alguien le había dicho una vez que nadie debería morir. ¿Quién era..? No, no podía recordarlo.
Este libro ya no tiene música, a pesar de que trata del despertar de la diosa de esa arte.
Espero que le haya gustado este fragmento y que le haya motivado a leer todo el libro. Si así lo hace, estaré encantado de leer y aprovechar las críticas que tenga a bien enviarme a mi dirección.