Este libro lo escribí para mi hija, y se lo regalé cuando cunplió 26 años. Luego he pensado que sería una pena que no lo leyese nadie más, así que me decidí a publicarlo en Amazon, y quizá algún día vuelva a hacer una segunda edición en papel, ya que la primera, de dos ejemplares, está agotada. Son 28 cuentos variados. La portada la obtuve en uno de mis viajes a Las Islas Canarias, hace unos años.
Los cuentos son estos:
El monstruo se acercaba. Clap, clap, se oían sus pisadas. Llegó a la puerta. Intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave. ¡Crank!, de un puñetazo le hizo un agujero, y quitó el cerrojo por la otra parte. Entró en la pieza. Pero no había nadie.
Ella le esperaba tres habitaciones más adentro. Desde allí oía todo el ruido que estaba haciendo. Los destrozos que iba realizando en la vivienda.
De repente tocaron al timbre de la puerta. Los ruidos del monstruo desaparecieron. Insistieron en la puerta. No se oía nada. Ella tuvo la tentación de salir a abrir, pero entonces la vería el monstruo. Así que se quedó quieta. La visita desistió, y se marchó.
Ella seguía en el despacho, encerrada. No pudo llamar por teléfono porque no tenía línea: el monstruo la había roto. Su móvil no lo tenía consigo. Ella estaba en una pieza sin ventana. Y entonces se volvió a oír al monstruo, que avanzaba de nuevo. ¡Chack!, otra puerta hecha trizas. Más cerca.
Por fin el monstruo llegó a su puerta. Sabía que ella estaba allí. Se preguntaba cómo lo sabía. Tendría algún sistema de navegación psicológica, supuso.
Silencio.
Más silencio.
Más silencio todavía.
El monstruo le dio un enorme puñetazo a la puerta, pero estaba chapada con acero, y no la pudo romper. La dobló un poco, eso sí.
Ahora hubo silencio del bueno.
El monstruo le dio puñetazos a la puerta. Cuando se cansó de ello, porque le dolían las garras, le dio con la cabeza. Ahora ya había doblado la puerta tanto, que se veía el interior. No la veo aquí, pensó el monstruo. Pero la huelo. Está escondida.
Por fin, después de muchos cabezazos, el monstruo consiguió entrar, saltando por encima de la parte inferior de la puerta. Entró en la pieza.
A sus espaldas, detrás de un biombo, sonó una voz:
Se volvió, sobresaltado.
Obedeció el monstruo.
Cuando el monstruo hizo eso, ella le puso unas esposas de acero.
Le puso otro par de esposas, de mayor tamaño, en los tobillos.
El monstruo gruñó y chilló, pero no se movió.
Ella fue a su dormitorio, y de allí sacó el móvil. Volvió a su despacho. Allí estaba el monstruo, loco de rabia.
Marcó el número de la policía.
Y, con una sonrisa perversa, se llevó un cigarrillo a los labios.
Murcia, a 12 de septiembre de 2010
Espero que disfrute de estos cuentos. Si así no ha sido, estudiaré encantado las críticas que tenga a bien enviarme . Si le ha gustado, puede comprar el libro completo en Amazon por €3'15.