Los que no valen.
Hace unos meses, en un
debate de tipo político en «La palestra», del Canal 8 de televisión de
Murcia, al salir una vez más, brevemente el tema de la república, uno
de los contertulios dijo que «apañados iríamos con Zapatero de
Presidente». Por desgracia no me enteré de esa ocurrencia hasta que vi
el programa en diferido, horas después, por lo que no pude contestar
adecuadamente entonces, y por eso contesto ahora.
Existe la curiosa idea de que los ex presidentes del Gobierno de España
son los elegibles por naturaleza para el cargo de Presidente de la
República, cuando la haya. Pero es un disparate: NO VALEN. Ninguno de
los presidentes de esta mal llamada democracia que padecemos vale para
el cargo de representar a todos los españoles, incluyendo al
injustamente santificado Adolfo Suárez, en caso de que viviese, pues
todos ellos se demostraron, mientras estuvieron en el cargo, demasiado
débiles ante los poderes fácticos, aunque es cierto que ninguno
fue tan nocivo como José Luis Rodríguez Zapatero, que recientemente
dijo en televisión que no dijo lo que la gente dice que dijo, sino que
dijo lo que él dijo que dijo, que parece ser que dijo otra cosa. O sea,
que las hemerotecas y las videotecas mienten. Todas.
Un Presidente de la República, cuando la haya, no será un cabeza de
lista. Un Presidente de la República será votado nominalmente, de forma
individual, y saldrá elegido por mayoría, aunque sea por un solo voto,
que no le deberá a nadie, a ningún partido, a ninguna ideología ni a
ningún lobby, sino sólo al pueblo español, al que representará
desvestido de todo tipo de ideología o credo políticos. Por eso nada le
deberá a un partido, a una casta social, o a ningún lobby. Y tendrá
facultades aún por definir pero que desempañará independientemente de
todo tipo de intereses inconfesables y por eso inconfesados.
El
día que haya un Presidente de la República en España habrá democracia
por primera vez en nuestra historia. La que no hubo ni en la monarquía
(de antes o de ahora) ni tampoco en ninguna de las dos repúblicas que
aquí han sido. Por eso no nos valdrá para representarla ninguno de los
ex presidentes del gobierno que hemos tenido, porque todos ellos han
sido sucesiva y respectivamente el campeón de su partido
político, que no ha representado nunca al pueblo, sino a su propia
ideología. Porque ha impuesto la disciplina de partido, que es lo que
ha impedido a los diputados votar en conciencia, y por lo tanto en
interés del pueblo, a espaldas del cual han gobernado y
legislado, pervirtiendo un voto que consiguieron con mentiras y
chantajes tan burdos com que «si no votas, vendrá la dictadura». Por
eso han impuesto la suya durante cuatro años, cada vez.
Y Mariano Rajoy vale menos que ningún otro. Al fin y al cabo los
disparates que hizo Zapatero sí que estaban en su programa electoral (y
no nos consuela sospechar que cuando lo elaboró estuviera seguro que no
iba a ganar las elecciones). Pero a Rajoy se le votó, según dicen los
que así lo hicieron, para que nos bajara los impuestos, para que
hiciera circular el dinero y mediante el consumo no se cerraran
las empresas, y con ello no se destruyese el empleo ni creciera el
paro. Pero ha hecho lo contrario. Por eso Rajoy debería irse. Ya.
Pero no, no queremos que vuelvan los ex presidentes, ni al Gobierno ni
a la Presidencia de la República, cuando los españoles nos decidamos a
traerla. Todos ellos deberán responder, entonces, ante los ciudadanos
de todos los disparates y abusos que han cometido durante sus mandatos
respectivos. Pero la ley actual no contempla esa posibilidad. Por eso
esta ley hay que cambiarla. Necesitamos una constitución que diga que
España es una república de trabajadores de todas clases. Porque sólo
trabajando se podrá traer la república. Y sólo trabajando se la podrá
mantener y conservar día a día. No en charlas de bar o debates insulsos
en que cada cual defienda su opinión como si fueran las tablas de la
Ley de Dios.
Por todo ello la única relación posible de los seis Presidentes del
Gobierno y el Jefe del Estado con la República es la que defenderán
ante los tribunales de justicia del futuro del uso que han hecho del
poder que el pueblo les entregó.
Por eso el futuro Presidente de la República Española es una
persona aún desconocida pero que tendrá la honradez como estandarte
personal y que estará más dispuesto a dimitir que a cometer un acto
injusto para permanecer en su cargo.
Por todo ello debemos ya comenzar a trabajar porque ¡Viva la República!
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.