Las vacaciones de los maestros.
En España, y en la Región
de Murcia en particular, se ha tratado muy mal a los maestros y
profesores de Instituto desde que puedo recordar. Durante treinta y
cuatro años fui profesor de inglés de instituto, y he visto
deteriorarse la calidad del puesto de profesor de forma espeluznante
desde la época de la Dictadura, en que un profesor era una autoridad incuestionable e incuestionada, hasta el compadreo que vi en mis últimos años, y que según me cuentan antiguos compañeros que aún sufren la profesión docente,
ha ido de mal en peor. El profesor ahora es el responsable, por lo
visto, de que los niños no quieran estudiar, de que no aprendan, y
hasta de que les peguen a sus compañeros. Parece ser que no sólo hay
padres incompetentes, sino que la propia administración les da alas, no
tengo claro si porque se acobarda ante las asociaciones de padres o si
aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para hostigar a los
enseñantes, pues al fin y al cabo muchos desertores de la tiza se
refugian en puestos administrativos siempre que pueden. De hecho nunca
conocí a ninguno que haya cambiado el aula por una oficina que haya
vuelto voluntariamente. Quizá lo haya, pero yo no lo he conocido.
Por enésima vez oigo el rumor entre mis conocidos enseñantes, de que se
les va a hacer trabajar en el mes de julio porque, se dice, es injusto
que los maestros tengan tantas vacaciones y los demás no. Dejando al
margen de que quizá lo malo no sea que los maestros tengan dos meses de
verano sin trabajar, sino que los demás no disfruten de sesenta días de
vacaciones al año, en lugar de los 25 que reconoce la ley, yo diría que
van muy mal las autoridades si dan pábulo a esa mala baba motivada por
la envidia en los colectivos no enseñantes. Colectivos formados por
personas que tienen en su casa de uno a cuatro o cinco chiquillos a los
que no pueden o saben educar, a la vista de la educación de que hacen
gala en los colegios e institutos e incluso por la calle. Y sin embargo
los maestros y profesores sí pueden conseguir que se callen y escuchen,
la mayor parte de las veces, e incluso que aprendan algo, al menos
aquellos que algo quieren aprender. Si los padres colaboraran más en
lugar de criticar a los maestros, sus hijos sabrían más y estarían
mejor preparados para la vida, y si encima las autoridades educativas
respaldaran más a los maestros y profesores, en lugar de tomar medidas
arbitrarias y coactivas contra los docentes cuyo único resultado es
desmotivarlos, quizá la enseñanza estaría mejor y España no estaría a
la cola de los resultados del Informe Pisa, ni Murcia estaría a la cola
de las regiones españolas según dicho informe. Porque no hay más cera
que la que arde.
Pero asumamos que esa envidia malsana que corroe el alma de esos
maledicentes por una vez tiene una causa real y objetiva que haya que
estimar, y se decide que sí, que efectivamente los maestros y
profesores no han de disfrutar de más vacaciones que los demás, y se
obvia el hecho de que el mes de julio no es de vacaciones, sino que los
niños no van al cole y por lo tanto los docentes están a disposición de
la administración, aunque no vayan a su centro de trabajo a dar clase.
Imaginemos que por fin les quitan ese mes de vacaciones. ¿Ya está? Pues
no:
Los docentes ganan menos dinero que los demás funcionarios de su mismo
nivel precisamente por “la peculiariedad de la función docente”, o sea,
porque tienen más vacaciones que nadie. Si se las quitas, págale lo
mismo que a los demás funcionarios que, pobrecitos ellos, no tienen
casi vacaciones. Un maestro gana 1700 euros al mes y un enfermero, de
su mismo nivel como funcionario, gana 2100. Pues venga, Consejero de
Educación, súbeles cuatrocientos euros al mes en el sueldo a todos los
maestros en la Región de Murcia, porque a cada uno hay que darle lo
suyo. Y a cada catedrático súbele a los tres mil euros que ganan los
funcionarios de Grupo A, en lugar de los 2300 que ganan ahora. O sea,
súbeles setecientos euros al mes el sueldo, porque a cada uno hay que
darle lo justo. ¿No somos todos iguales? Pues iguala a los
funcionarios, en vacaciones y en sueldo. ¿No tienes dinero? Pues
cállate, y no des pábulo a chismes y rumores. Y sal en defensa de los
tuyos, que son los docentes y no los amargados.
Pero no se vayan todavía, aún hay más, como se decía en aquella
caricatura de los años sesenta. Porque este tema parece eso: una
caricatura. Y lo que hay más es que, una vez que se hay igualado en
vacaciones y en sueldo a los docentes con los funcionarios no docentes,
que no se les estafe en el trabajo: un docente es un señor que da
clase, no uno que está en una mesa haciendo papeles. Así que si los
docentes han de ir en el mes de julio a trabajar LOS NIÑOS TAMBIÉN han
de ir, porque un profesor es un señor que da clase, y no hace otra
cosa. Así que el curso se podría prorrogar hasta la duración que tiene
en Inglaterra, sin ir más lejos: todo el año excepto cinco semanas de
vacaciones. Desde el 1 de septiembre hasta el 31 de julio. Si hay
padres que disfrutan de sus vacaciones en julio en lugar de en agosto y
no se pueden llevar a la playa a sus hijos porque tienen que ir al
instituto o al colegio, ese no es un problema de los docentes, ni
debería de ser del gobierno. Si se les da a los envidiosos lo que piden
por aquello de que no se les distraigan a la hora de votar, que sepan
tanto los envidiosos como sus concesores políticos que todo tiene un
precio, y fastidiar a los maestros les puede afectar a ellos y a sus
vacaciones. Y si se los llevan, a pesar de todo, a la playa ese mes de
julio, que sepan que les va a costar el curso, porque en julio, como
último mes, sería cuando se harían los exámenes. Les vendría muy bien,
a la larga, a los alumnos, puesto que en un mes más aprenden más.
Habría que eliminar la convocatoria de septiembre, claro, porque lo que
no se aprendió en once meses de curso con un profesor enfrente no se
puede aprender en un solo mes sin él. Con alumnos así de esforzados y
responsables, y con padres dispuestos a renunciar a sus vacaciones por
el bien del aprendizaje de sus hijos dan ganas hasta de pedir el
reingreso en el cuerpo y abandonar la jubilación dorada y adorada de la
que disfruto desde hace tres años...
Así que no te cortes, Consejero de Educación: toma tu decisión por el
bien de los ciudadanos, en lugar de por el bien del voto. Da ejemplo de
servicio y preocupación por el ciudadano, y propón ese importante
cambio en el calendario escolar. La posteridad te lo agradecerá. Y si
es algo que aún no depende de ti, sino del Ministro de Educación, en la
próxima reunión que tengáis los consejeros de educación de las taifas,
digo de las comunidades autónomas, con el Excelente Señor Wert, te
recomiendo que propongas esta iniciativa, por el bien de todos los
españoles del futuro. Porque aprender, lo que se dice aprender de
verdad, sí que les hace falta a los españoles. A los del futuro y a los
del presente. Para que no sean más burros que los el pasado.
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.