NO SIRVE DE NADA…, dijiste
durante un debate reciente, sí, que no sirve de nada hablar
conmigo. Y lo terrible es que tienes razón. Yo no soy de esas
personas que van por ahí defendiendo una causa, ni dando lecciones a
los demás sobre cómo tienen que pensar ni qué tienen que decir, aunque
creo que si algún día todo el mundo se limitara a hacer lo que hago yo,
este mundo sería más civilizado.
Y tampoco pido permiso a nadie para expresar mi opinión ni para pensar
de una determinada manera, dos derechos que me garantiza esa
constitución que algunos dicen que es sagrada y que yo contesto en
tantos de sus artículos, si bien la honro cuando ejerzo estos derechos
básicos, el de disentir, pensar por mi cuenta y además decirlo, aunque
no me garantiza ni mi libertad política ni económica, ya que aunque os
moleste que os lo diga, vivimos en una dictadura fiscal y política
donde la moral tiene cada vez menos asiento y a la ética ni se la
espera ni está en ningún sitio. Porque todos nosotros, en nuestro
conjunto, lo toleramos.
Pero vosotros, los que no toleráis la opinión diferente y no queréis
escuchar los argumentos que la sustentan, porque no sois objetivos y os
da miedo lo que creéis que vais a oír, pensáis que atacando al opinador
se invalidan las opiniones, y eso no es ni siquiera una pobre retórica:
no es retórica en absoluto. Me acusáis de ser totalitario por defender
mis opiniones con vehemencia y no asiento a las tonterías que dice todo
el mundo, sino que, encima, pretendo razonar por qué digo lo que digo. Los que no queréis oír las razones de los demás sois los totalitarios, no yo.
No es ninguna tontería decir que en España no hay democracia, que no la
ha habido nunca, y que si todo el mundo actúa como vosotros, no la va a
haber nunca. Porque la cerrazón mental es muy poderosa, y mientras se
siga considerando la política igual que el fútbol (yo soy de mi equipo, de los míos,
aunque pierdan, y aunque los metan a la cárcel hay que apoyarles,
porque por lo menos son de los míos) aquí habrá mucho miedo al cambio,
porque el cambio siempre será violento, como suele demostrar la
hinchada más cerril de cualquier equipo de fútbol.
Pero no tiene por qué ser así. La democracia no es algo tan sagrado,
tan egregio, tan puro, y quizá tampoco tan deseable. Porque la
democracia, y no lo que padecemos y consideráis tal, es el gobierno
ejercido por el pueblo. Y el pueblo somos todos. Un pueblo analfabeto
querrá barbaridades; pero un pueblo culto e ilustrado tendrá
ganas de mejorar y votará siempre cosas lógicas y en bien de todos, y,
sobre todo, también le pedirá cuentas a sus gobernantes, y se habrá
asegurado la defenestración pacífica de los que sean corruptos o
traidores a lo que prometieron. Los españoles no tenemos ninguna
garantía ni posibilidad de llegar a tener nunca nada de eso. La
situación seguirá ganando violencia hasta que reviente y tengan que
intervenir las fuerzas del orden. Pero si estas no pueden controlar la
situación, será mucho peor. Porque tenemos los políticos que tenemos.
Los que nos ha impuesto la mayoría, la que cree en su sinrazón que
votar es una obligación y no un derecho. Esa mayoría que ha votado con
un sistema tramposo que hace que se adjudiquen votos a partidos a los
que no se ha votado, por ese abuso que se llama sistema proporcional.
Si tú, monárquico, no quieres que tu voto se le adjudique a un partido
republicano, no votes. Si tú, socialista, no quieres que tu voto se
adjudique a lo que tú consideras “la derecha”, no votes. Es la única
manera que tienes de impedirlo. Porque se dan todos esos casos y todas
las viceversas posibles. La única forma que tienes, votante incauto, de
que no se manipule tu voto es no ejercer tu derecho a votar. Porque el no voto es la única bofetada que le puedes dar a estos políticos blasfemos que han mentido con su programa electoral.
Y a los del gobierno anterior, que nos llevaron a la ruina, Y a todos
los demás, que harán lo mismo si se les da la oportunidad.
Hace poco se decía que UPyD era la esperanza. Ahora, que hemos visto
que no, se dice que lo es “Ciudadanos”. Pero ambas formaciones, como
todas las demás de España, participan en este sistema político que nos
toma el pelo hasta en el nombre, porque de democrático no tiene nada.
Ayer me decía uno de estos “ciudadanos” (miembro de ese partido
político) que les “diera un voto de confianza”. Pero a mí no me da la
gana: ya llevo cuarenta años dando votos de confianza a quien no se lo
merecía, y hora es ya de que algún político se gane la confianza que
pide. Porque, además, la confianza se gana, no se mendiga. Mientras
tanto deberíamos pasar de ellos, al menos tanto como ellos pasan de
nosotros. Porque subirnos los impuestos y bajarnos el sueldo es pasar
de nosotros. El coste de la vida sube, pero el gobierno no hace nada
por evitar la pérdida de puestos de trabajo. No se eliminan gastos
suntuarios, como coches oficiales, asesores (si no sabes, político, no
te metas), embajadas autonómicas, autonomías completas, subvenciones
políticas y de las otras, y algún que otro etcétera que es aún mas
doloroso citar, como los sueldos de los políticos y sus inmorales
pensiones, sobresueldos y pluriempleos. Pero no queda dinero para crear
empleo. Se asfixia al pequeño empresario con impuestos estúpidos y
cobrados por adelantado en lugar de perdonárselos los primeros cinco
años para que generen empleo. Se ponen pegas para crear empresas en
lugar de para liquidarlas. Demonios, ¿para quién diablos trabaja el
gobierno? ¿Para quién legislan las Cortes? ¿Qué hace el Senado? ¿Para
qué queremos al Rey? ¿Es este el sistema político que adoráis una vez
cada cuatro años con vuestro voto? ¿De verdad pensáis que sirve para
algo más que para que la casta política os sangre todavía más?
Un político de verdad es el que sirve al pueblo no a un partido. Un
político decente no se dedica a montar shows de dimes y diretes de cara
al público que quiere circo, sino a resolver los problemas reales que
tiene el pueblo. Un político de verdad dimite si no puede hacer lo que
prometió.
Y ahora llegáis vosotros y votáis. Pues tenéis lo que os
merecéis. Sí, tenéis razón: no sirve de nada hablar conmigo. Por
todas estas cosas y otras que me callo para que no os incomodéis
todavía más conmigo, que no soy vuestro enemigo. Lo es vuestro
totalitarismo miope que no os deja ver de quién os tenéis que guardar.
Murcia, a 3 de mayo de 2014,
Efemérides de los fusilamientos
de 3 de mayo de 1808.
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.