España me roba.
O por lo menos los que se creen que son España nos roban a los que ellos consideran súbditos aunque nos llamen ciudadanos cuando quieren nuestro voto.
El Gobierno nos pone impuestos abusivos, directos e indirectos, por
todo. El IVA ha subido en años recientes desde el 6% al 21%, y nadie se
mueve en este país. Si eres una persona ahorrativa y no gastas mucho, y
te va sobrando dinero, te conviertes en eso que dice que hace falta en
España, al menos de boquilla, el Gobierno: gente que ahorra. Pero desde
los últimos días del infame gobierno de Zapatero se grava el ahorro: si
tienes un dinero en tu banco a plazo fijo, tienes que pagar el 21% de
los intereses que te pague el banco. O sea, que sólo te escapas de la
codicia del Estado de una manera: gastándote todo lo que tengas (aunque
sí, ya sé: te cuesta el 21% que se irá en impuestos) y apañándotelas
para que te despidan: dejas de trabajar y entonces pasas de cotizar a
ser cotizado, de alimentar al sistema a vivir a costa de él, al cobrar
el paro. ¿Y os quejáis de la «economía sumergida» y «del dinero
negro», de las dobles contabilidades y de la evasión de
impuestos? Pues vosotros, señores políticos, sobre todo los
gubernamentales, lo estáis promoviendo. Estáis promoviendo la pereza, la desidia, la insolidaridad, el fraude fiscal y la falta de ganas de trabajar. ¿Esto tiene que ser así? ¿No tenéis luces para invertir la tendencia?
Hace un rato me ha sorprendido un vecino con una linterna mirando mi
contador de la luz, para ver si es cierto que he gastado las más de
cincuenta mil pesetas que dice Iberdrola que he consumido. En esa
factura tan pormenorizada se habla de un «peaje», que cualquiera sabe
lo que es, como si de mi estudio al comedor fuera por autopista de
pago, de unos impuestos que sobrepasan el precio de lo que la empresa
cobra por el consumo, que además está muy por encima de lo razonable,
tanto que la propia empresa te rebaja el 20% si se lo solicitas
graciosamente. Pero mi vecino se me ha quejado de que a él le han
cobrado una factura similar, «teniendo mucho cuidado». Le he dicho lo
más lógico: «pues cuando sean elecciones, vas y votas otra vez, para
que esta gente te siga haciendo la vida imposible».
Lo curioso es que casi todo el mundo sigue diciendo esa jaculatoria,
que creo que no entienden, de que «si no votas, viene la dictadura».
¿Otra? Porque esto sí que es una dictadura de verdad, y no la de Franco.
Cuando estaba el Viejo Dictador no había IVA. El IRPF era todo lo que
tenía que pagar todo aquel que tuviera un trabajo fijo. Los impuestos
indirectos eran de un risible 3%, y había productos que no lo tenían.
Sí, no podías votar a quien hacía leyes abusivas. No podías
hablar de lo que quisieras, y es cierto que había autoritarismo en las
relaciones laborales y hasta en las particulares. Pero ahora salte de
la foto y ya verás lo que te pasa. Porque entonces si te salías de la
foto podías tener un problema con un individuo, pero ahora los tienes
con todos, dado el éxito del lavado de cerebro a que nos tienen
sometidos los políticos con su arma más malvada: los medios de
comunicación.
Lo peor de este sistema perverso que no sólo padecemos, sino que
financiamos por imperativo legal, es que están haciendo bueno a
Francisco Franco Bahamonde.
Pero a Franco no lo pudimos echar, y sin embargo a estos que le hacen bueno sí que los podemos echar. Bastará con que no les votemos.
¿A quiénes? A nadie. Porque todos los partidos, e incluso todos los
individuos, que se prestan a ser candidatos participan de este perverso
sistema son culpables de insolidaridad, y por lo tanto no se merecen
nuestra confianza. Tenemos que hacer algo los ciudadanos, y eso pasa
por la abstención masiva. Que
caiga el sistema. Y cuando este sistema injusto caiga por falta de
votantes, tendrán que hacer otra constitución. Y en esa constitución
debemos tener que decir nosotros, el pueblo. Y diremos que todo es de nosotros, no del gobierno, ni del rey. Y que no queremos a un rey que lo sea sólo por haber nacido. Queremos a un presidente que podamos echar cuando no actúe en pro del interés del pueblo. No queremos a nadie aforado, sino a todos responsables ante la justicia. Queremos una justicia que emane del pueblo, no del gobierno.
Queremos unos legisladores que no dependan del gobierno, ni un gobierno
que le deba el puesto a los legisladores. Queremos que desaparezca el
Tribunal Constitucional, y un Tribunal Supremo totalmente independiente
de los legisladores y de los gobernantes, pues será elegido en su
totalidad por los propios jueces según su mérito y saber hacer, y no
según el interés del partido mayoritario, como sucede ahora. Queremos, en suma, democracia.
Queremos una república, porque queremos que el sistema político de este
país sea nuestro, porque el país es nuestro, no del rey ni del gobierno
de turno.
Ni tampoco queremos que el Banco Central Europeo ni capitalistas desconocidos a los que nadie ha elegido gobiernen al gobierno.
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.