La invasión de los ninis.
Desde hace unos meses se ha puesto de moda la cultura de los ninis,
los que NI estudian NI trabajan. Dicen ellos que eso es culpa de la
crisis y que ya tienen demasiada edad para seguir estudiando. Pero a mí
se me hace un poco cuesta arriba comprar esa moto: nunca se es
demasiado viejo para aprender, y además todo aquel que se ha arrimado
en serio a un libro en su vida es muy probable que nunca deje de
estudiar. En cuanto al trabajo, yo veo que a mi alrededor sí que hay
gente que trabaja. Y es posible que no trabajen en lo que más les
guste, pero en muchos casos es indudable que les gusta su trabajo, y
eso, a mi juicio, es la clave del problema.
Sí, es posible que uno no tenga el trabajo de sus sueños, ni para el
que se ha preparado tras años de estudio y sacrificio, aunque es muy
posible que con las calificaciones obtenidas puedan trabajar en otra
cosa. Ni silencio ni critico la tragedia que tienen seis millones de
mis conciudadanos que no encuentran trabajo, pero no puedo estar de
acuerdo con el ninismo, pues a mi juicio sobra un ni, el primero, pues de estudiar no debe uno cansarse jamás. Ya dijo el sabio Sócrates yo sólo sé que no sé nada,
que ya era saber bastante más que lo que sabían sus conciudadanos, que
ignoraban hasta eso, y se creían doctos en cosas de las que no sabían
casi nada.
Es muy posible que tras estudiar largos años en la universidad
uno pueda aprender a hacer algo que la sociedad le demanda, como hizo
el célebre sacristán del cuento de William Somerset Maugham,
o para un oficio que está aún por inventar. Sabemos de gente que se ha
hecho rica con esos nuevos trabajos, como Aristóteles Onassis, cuando
era un niño al que se le ocurrió vender cajas de cerillas en los
muelles de Nueva York, o Henry Ford, que concibió fabricar coches para
los que no se podían permitir comprar uno, incluyendo a sus propios
trabajadores. Ni Foreman (el protagonista del cuento “El sacristán”, de
W. S. Maugham), ni Aristóteles Onassis ni Henry Ford fueron ninis,
sino gente con iniciativa que arriesgó su tiempo y su dinero en una
empresa en la que creían, sin estar lamentándose escudados en un
neologismo, nini, sino que tomaron las riendas de su vida, y al hacerlo
resolvieron las de muchos de sus conciudadanos.
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.