La muerte.
Se la ha vestido de señora
huesuda, o esqueleto oculto bajo una caperuza negra. Va por ahí segando
vidas con una güadaña, y se presenta cuando menos te lo esperas, y
¡zas!, sin preguntar nada se te lleva no sabemos a dónde. Debe ser un
sitio muy malo o estupendo, porque nadie quiere ir, pero jamás ha
vuelto nadie de allí. Como mucho han llegado al túnel y luego se le han
escapado a la Huesitos.
En los países anglosajones no es una señora, sino un señor que no está
en los huesos ni nada, sino que tiene la misma pinta que uno de
nosotros. En una película que vi una vez el Sr. Muerte era Brad Pitt.
Pero ya dijo Quevedo algo importante: Mientras tú eres, la muerte no es, y cuando la muerte es, tú no eres.
O sea, que no coincidimos nunca la muerte y nosotros: si estamos vivos,
es que no estamos muertos. Y si estamos muertos es que ya no estamos
vivos. Una tontería, ¿verdad? Pero para explicar las tonterías, o las
cosas obvias, hay que ser un maestro como Quevedo. Para explicar las
cosas complicadas vale cualquiera. Y si no, las buscamos en la
Wikipedia.
Vivimos en una cultura y sociedad en las que es de mal gusto hablar de
la muerte, de la enfermedad y de la pobreza. Por eso hay tantos pobres,
tantos enfermos y todos nos acabamos muriendo tarde o temprano, aunque
los que esto leen no se hayan muerto nunca. Pero al igual que se puede
ser pobre con dignidad, se puede sobrellevar bien la enfermedad, y se
puede uno morir apaciblemente, y no lleno de miedo. Sé que esto no da
mucho consuelo a quien está en una situación delicada de salud, pero sí
nos haríamos un favor si encaráramos estos temas con seriedad y
madurez, y aprendiéramos el arte del buen morir.
Porque la muerte no existe. Sólo la falta de vida. Igual que la
sombra: sólo la falta de luz. Ni la estupidez: sólo la falta de
inteligencia, aunque esta suela notarse mucho menos que aquella...
Si no estás de acuerdo,
estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme
a mi dirección.