El lenguaje más fácil del mundo.
El 26 de julio de 1887 se
publicó en Varsovia un pequeño libro que contenía las reglas
gramaticales (en número de 16) y el vocabulario de un idioma extraño
que se llamaba «Lengua internacional» y que estaba firmado por un tal Doctor Esperanto.
Con el tiempo se le conoció como «El libro del Dr. Esperanto», y acabó
conociéndose más tarde como «El libro de Esperanto», y al idioma
descrito en él, Esperanto.
Pero ¿qué es el Esperanto? Si seguimos las reglas de formación de
palabras que contiene el libro, es el substantivo que deriva del
gerundio del verbo «esperi», esperar, y por lo tanto «esperanto»
significa «el que está esperando». ¿Esperando qué? Pues que la gente se
entienda, pues no en vano en la ciudad nativa del autor se hablaban
cuatro idiomas diferentes que nada o muy poco tenían que ver entre sí:
el ruso, el alemán, el hebreo y el polaco.
Hoy en día, como desde que aparecíó este extraño idioma, sólo lo
aprende la gente que decide hacerlo privadamente, por su cuenta, como
los que aprenden a jugar al mus o a montar en bicicleta. Porque lo que
estudia todo el mundo es el inglés. Al fin y al cabo es el idioma más
estudiado en todo el mundo, y todo el mundo sabe inglés. Bueno, menos
aquí, en Murcia, que somos un poco ceporros en esto de los idiomas y no
se nos da nada bien. Bueno, si un día nos vamos a Alicante, a Madrid, a
Valencia, o a cualquier otro sitio de España, vemos que eso de mantener
una conversación en inglés con cualquiera, con lo que nos ha costado a
nosotros aprenderlo bien, gastándonos un dinero que no teníamos casi, y
viajes a Inglaterra o a Estados unidos, no es posible: la gente es que
no sabe. Joder, qué bruta que es la gente, que no sabe inglés. Para
tener una conversación culta en inglés hay que irse al extranjero. Pero
en Francia parece ser que no les da la gana de hablar en inglés
con uno: ¿has venido a Francia, petit garçon?,
nos dicen, pues háblanos en francés, o cállate. En Italia deben ser tan
vaguetes como nosotros, porque por mucho inglés que hayamos aprendido
por nuestra cuenta, nos sale más rentable hablar en español y que ellos
nos contesten en italiano. Y en Grecia, bueno, allí pasa de todo, menos
hablar en inglés. En mi experiencia personal sólo he conseguido
hablar en inglés bien cuando he estado en El Reino Unido, en Irlanda, o
en Holanda. Porque los mismos alemanes me defraudaron mucho: sólo pude
charlar animadamente sobre aspectos cotidianos de la vida, arte y
cultura, con un ama de casa que resultó que era inglesa que se había
quedado a vivir en Berlín, y con un taxista que había pasado varios
años en Londres. Los demás se sabían lo justo de su oficio: cómo se
llaman las copas en el bar, o las contestaciones a las preguntas más
básicas y necesarias en los hoteles y aeropuertos, y pare usted de
contar.
Claro que hay muchos otros países donde se les da bien en inglés: en
todos los de la Commonwealth: Estados Unidos, Canadá, Belize, y hasta
en la Unión India se encuentran expertos aventajados hablantes del
inglés. Pero resulta que esos hablan sólo en inglés, y en alguna de las
otras lenguas locales. En la India el inglés es el único idioma
oficial, porque tienen tantos idiomas locales y hay tantas rencillas
entre sus hablantes, que al final optaron por la opción menos mala: la
de hablar la lengua del odiado colonizador de antaño.
«Sin duda exageras», me dirán ustedes, muy serios. ¿De verdad? A ver,
si paramos a la gente que transita inocentemente por la calle, ¿con
cuántos de ellos podremos mantener una conversación en inglés sobre
aspectos de la vida diaria? Porque hablar un idioma no es chapurrearlo
o hablarlo por el lenguaje de los signos para que te pongan una cerveza
o te digan dónde está la Calle de Trapería.
Por otra parte, no obviemos dos ideas fundamentales a las que nadie
hace caso pero que todos deberíamos saber: el inglés no se ha ADOPTADO
universalmente, sino que se ha IMPUESTO. Se ha impuesto porque la
última guerra mundial la ganaron los americanos, cuyo idioma nativo es
el inglés. En España se aprendía antes casi exclusivamente el francés
en los institutos…, no el inglés. ¿Alguna vez se preguntó usted por qué
ocurría eso? Pues sí, mire usted: porque Napoleón y sus soldados
invadieron este país y se quedaron durante varios años. Y el pueblo
siempre ha ansiado hablar con el poder, ha querido hablar el idioma del
más fuerte. Y todo eso de la «superior cultura», que crecí oyendo, de
que «el francés es el idioma de la diplomacia», el inglés es «el del
comercio» y «el alemán el de la cultura» no son más cultísimas
estupideces que decían los supuestos gurús de lo intelectual hace un
siglo, para hacer como que pensaban algo importante. Porque en cada uno
de esos idiomas citados, y en todos los demás, se pueden decir
exactamente las mismas cosas. Pero hay un detalle importante que se nos
escapa a menudo: el inglés es difícil.
¿Cómo que el inglés es difícil?, me dirán ustedes, ¿si lo hablan en
todo el mundo? Pues no, miren ustedes: lo masacran en todo el mundo,
que hablarlo es otra cosa. Porque uno se pone a aprender alemán o ruso,
o chino, y al principio le cuesta mucho, con todos esos signos tan
raros…, pero cuando uno lleva ya cinco años aprendiendo, con mucho
esfuerzo y sacrificio, se va dando cuenta de que ya va entiendo a los
nativos de esos sitios. No hay nada mágico en ser nativo de un idioma:
basta con nacer en ese sitio. Nosotros, la inmensa mayoría de los que
leemos esto, por no decir todos, somos nativos del español. No lo somos
del inglés, pero los ingleses no lo son de nuestro idioma. Pero no se
preocupen ustedes: al igual que aquí hay gente que masacra su
lengua materna, no tienen ustedes más que pasearse por los
arrabales de Londres (o incluso por el centro) y verán (si el nivel de
inglés de ustedes da para darse cuenta) que allí masacran el idioma
mucho más. Ellos no tienen academia de la lengua, como nosotros, que
nos cuidan el idioma, nos lo limpian y le dan esplendor. No: allí
tienen las obras de Shakespeare y el diccionario de Oxford y el de
Cambridge, que son dos, y no uno, como nuestra academia de la Lengua es
Una.
«Bueno, sí», me dirán ustedes, «vale, el inglés es difícil, pero ¿a
nosotros eso qué demonios nos importa?» Pues en principio no mucho.
Para desentenderse en inglés ya nos desentendíamos antes en español con
CASI todo el resto del mundo. Y digo «casi» porque hay un pedazo de
mundo muy interesante que se llama Sudamérica, Centroamérica y, dicen,
dentro de poco también casi toda América del Norte, donde sí que nos
harán caso si les hablamos en español. Cosas de haber tenido un imperio
donde no se ponía el sol en siglos pretéritos, miren ustedes. Ahora nos
lo echan en cara, pero bueno, eso sería otra discusión que tendremos un
día de estos. Aunque habría que recordar que en América del Sur había
un Imperio, el Inca, que ellos llamaban Tahuantinsuyo,
que cogía sólo algunos de los países que ahora forman el continente,
que hablaban el idioma quechua. En el resto se hablaban otros: guaraní,
aymara, maya, mapuche, y así hasta veinte idiomas diferentes. O
sea, un largo etcétera. El idioma castellano, usado por aquellos cerdos
imperialistas que no eran españoles, sino castellanos súbditos de la
Reina Isabel de Castilla, pero no de don Fernando de Aragón, fueron los
que forzaron a todos aquellos pobrecitos nativos a entenderse en el
único idioma que ellos comprendían, de modo que el español o castellano
se convirtió en lo que es ahora, hoy en día: la lengua puente de todos
aquellos pueblos, en la que se entendían los amerindios en igualdad de
condiciones, porque no era el idioma de ninguno de aquellos pueblos.
Imagínense ustedes que hubieran hablado en quechua en lugar de español
en todo el continente. Ahora estarían en ventaja los hablantes
originarios de ese idioma.
Pero el español tiene una serie de incongruencias y dificultades, que
sin ser tan grandes con el inglés (el idioma en el que se escribe de
una forma y se habla de otra), que no se justifican desde un punto de
vista comunicativo: ¿para qué queremos la h, que no se pronuncia?
¿Para incordiar? Pues eso parece. ¿Por qué la b y la v se pronuncian
igual? ¿Por qué la s que va antes de una r se pierde, como en «Israel»?
¿Por qué sólo en Canarias se pronuncia la d de «aprovechado»? ¿Por qué
el lío ese del laísmo, leísmo y otros incordios aún menos extendidos,
pero no por ello menos oportunos? Como me objetó en una ocasión una
alumna de castellano en Escocia: ¿por qué usan ustedes tres
conjugaciones si nosotros decimos lo mismo con una sola? Es que los idiomas son difíciles, concluimos doctamente.
Pero ¿tienen que serlo? Pues sí, todos los eran. Reconozco que no es
una respuesta correcta. que lo sean todos no significa que tengan que
serlo. Además, eso era así hasta el 26 de julio de 1887. Ese día
apareció un idioma que tenía una sola conjugación verbal, dieciséis
reglas gramaticales, ninguna excepción, y cada letra tenía una
pronunciación única, y cada sonido tenía una sola letra. En dos horas
te aprendías el idioma, y en quince días estabas hablándolo. Y tres
meses después estabas teniendo conversaciones con gente de otros países
que no podías tener con las del tuyo en tu idioma nativo. Porque cuando
a un idioma le quitas todo lo que estorba a la comunicación, el
pensamiento vuela. Es como dejar de ver el dedo que señala la Luna y
empezar a verla con claridad de una vez.
Claro que siempre hay aguafiestas que nos vienen con que los idiomas
son la riqueza de un pueblo, donde se asienta la cultura, y además el
idioma ese es artificial. Bueno, la cultura no es del pueblo, sino de
cada una de las personas que forman el pueblo, ya que la cultura varía
según el individuo: unos saben más que otros, el leguaje no se inventó
para presumir, sino para comunicarse, y, además, pásmense ustedes:
TODAS LAS LENGUAS SON ARTIFICIALES. A no ser que me demuestren ustedes
que el español, por ejemplo (o cualquier otro idioma) apareció colgando
de un árbol, en el fondo de una mina, o lo hablan los niños
espontáneamente sin que nadie se lo enseñe…
Y si las lenguas son todas artificiales, ¿a qué viene la majadería de
acordarse de su artificialidad sólo cuando se habla del Esperanto y no
del español o del inglés? ¿Habrá algo más artificial que tener dos
letras, la v y la b, para el mismo sonido? Pues bien, eso no pasa
en Esperanto. ¿Habrá algo más artificial como escribir cinco vocales y
pronunciar doce, como en inglés? Pues eso tampoco pasa en Esperanto. O
sea, que el Esperanto es MENOS artificial que otros idiomas que se
consideran NATURALES vaya usted a saber por qué. Pero, además, yo
prefiero viajar en coche, que es artificial, que a caballo, que es lo
natural…
Cuando me dicen que el Esperanto es una mezcla de idiomas y no es puro como el nuestro
la verdad es que tengo que sujetarme las mandíbulas para no reírme de
la ignorancia de la gente, porque eso no está bien que lo haga una
persona educada, claro: el inglés, pero también el español y todos los
idiomas que conozco, están llenos de palabras sacadas de otros idiomas
al tuntún e importadas de cualquier manera para designar cosas que
resulta que en los idiomas de origen significaban otra cosa: «smoking»
no es un traje que se ponen los ingleses para fumar, y de hecho ellos
lo llaman «tuxedo». Lo mismo pasa con la palabra que usan los franceses
para hablar del fin de semana: «week-end», aunque pronunciado a la
francesa, eso sí. Pero en Esperanto no hay mezcla que valga: como
cualquier químico os podría explicar, no es lo mismo mezcla que combinación.
El Esperanto incorpora raíces, pero no palabras, de modo que una
palabra extranjera nunca «da la cara» si estamos ante un hablante
experto de Esperanto. Y así vemos que todas las palabras que acaban en
o son substantivos, si en a, adjetivos, si en i infinitivos, etc. Sin
excepción alguna. ¿Hay quien dé más por menos esfuerzo?
Por todas estas y parecidas razones que no citamos, llegamos a la
conclusión de que si la gente no habla Esperanto, eso no es malo para
el Esperanto, sino para la gente, que derrocha un dinero que le haría
falta para otras cosas, en aprender inglés, francés o chino (o
cualquier otro que le haga falta por las razones que sean) en lugar de
gastarse bastante menos en aprender Esperanto, el idioma más fácil del
mundo.
Si alguno de ustedes siente curiosidad por este idioma y lo que puede
hacer por ustedes, pueden ustedes «guglear» la Federación Española de
Esperanto, que con mucho gusto les indicará la mejor manera de
aprenderlo, si quieren hacerlo, o informarse sobre ello. Y si no dan
ustedes con su «url», pueden escribirme a mí, y con mucho gusto les indicaré cuándo comenzará el próximo curso gratuito de Esperanto en la ciudad de Murcia.
Y ya sólo me queda enviarles a todos ustedes un saludo cordial: Elkoran saluton!
Estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.