Esto no es Hollywood.
A resultas de lo que he leído en el blog de Fran Zabaleta,
he recordado un tema que tuve que preparar hace muchos años, que
trataba de la relación entre la Literatura (inglesa y norteamericana en
aquel caso, pero se podría exportar a la literatura universal) y el
cine.
Concluía yo en aquel estudio que la diferencia entre el
cine y la literatura era que mientras cada película era la obra de un
número considerable de gente, desde el productor o director hasta el
último iluminista o script (el que o la que le toma la lección de memoria a cada actor antes de cada escena), la obra literaria es obra de una sola persona.
De ahí que la novela siempre, o casi siempre, aventaje a la película
que versa de la misma historia porque es mucho más coherente, tiene
todos los personajes necesarios, dure mucho o poco el foco de la
historia sobre cada uno de ellos. De hecho, mientras el cine mudo se
nutrió de obras de teatro, desde que se hizo sonoro las películas se
han basado siempre en novelas, no en obras de teatro, que están mucho
más limitadas en los decorados.
Pero, ahora lo veo, me dejé fuera de mi estudio los best-sellers,
o sea, los súper ventas. En la generación de un súper ventas, el guión
(o sea, la novela), es lo de menos, o casi. Hace falta un productor, el
que pone el dinero, que suele ser una editorial de las grandes. Luego
aparece el departamento de publicidad, que diseña la historia con la
que nos van a vender la idea de que el libro es bueno,
tan bueno que no nos vamos a poder pasar sin él. Si no lo hemos leído,
no vamos a poder estar a la última en las conversaciones con nuestros
amigos más trendy, o sea, que
están a la moda. Es tratar a la gente como si fuera muy superficial,
pero da igual, porque es lo que da dinero. Luego vienen los
decoradores, que en este caso se visten de correctores de pruebas, que
cogen el texto y si hace falta le dan la vuelta para que parezca un
texto súper estupendo, pero ojo, no sólo que no tenga faltas de
ortografía, sino tampoco de estilo. No puede ser políticamente incorrecto. Por eso la protagonista de las Cincuenta sombras está a punto de mandar a paseo a su supuesto amo
y con ello a sus planes de hacerse millonaria poniendo el culo, porque
le ha hecho mucho daño al darle cuatro nalgadas. Es una concesión a eso
de que dar nalgadas es políticamente incorrecto. Pero se reconduce y
luego no pasa nada, en una maniobra de ingeniería de higiene cerebral
que a los que no tragamos nos pareció una solemne tomadura de pelo. El
departamento jurídico ha blindado previamente el posible desencanto del
autor, que de todas formas se calma cuando ve que su obra, con su
nombre, aparece en los telediarios de casi todos los países en que la
gente tiene dinero. Y así, un largo etcétera de oficios y personas que
se ocupan de tu libro. Sólo
entonces tu libro es un súper ventas que está en boca de todos.
Pero..., ¿hasta qué punto ese libro sigue siendo tuyo de verdad? ¿Te
has vendido por un mega plato de lentejas? A menudo has tenido que
ceder los derechos durante un cierto tiempo, de uno a diez años, hasta
que ya no lo pueden exprimir más. Por eso los súper ventas de hace diez
años yacen sepultos en alguna que otra biblioteca, si no ha servido
como yesca de chimenea...
Frente a eso se alzan los modernos quijotes.
Los que arrojan sus obras a modo de lanzas contra los grandes gigantes,
que aunque sean sólo molinos de viento, filtran y rechazan las obras
que chocan contra sus aspas de discriminación, ideología y política de
mercado. Pero de vez en cuando se les cuela una o dos. Como le sucedió
a Stieg Larsson, al que las grandes editoriales no quisieron publicar porque no sabía escribir. Y así una editorial pequeña creció junto con la saga Millenium.
Y encima estas grandes editoriales han conseguido que la gente les compre la idea de que si un autor no ha conseguido que ellas le publiquen es porque su obra no tiene calidad. Pero sabemos que eso es mentira. No ha conseguido que le publiquen porque sus obras no son comerciales. Porque no inciden en el lugar común, en el jijí, jujú, jajá, en que la vida es bella, tralará, en que todos somos iguales en derechos,
pero sin mencionar que somos iguales en obligaciones, porque eso es muy
políticamente incorrecto. Y en muchas otras ordinarieces, estulteces e
insensateces. Porque el negocio es el negocio y la pela es la pela. Y
la gente mediocre, que es la más abundante, se lo cree. Y la que es
menos mediocre no quiere problemas, y no discute. Y si el vendedor le
come el coco con el último gran éxito, no le discute y se lo compra.
Por no quedar mal ante un desconocido...
Frente a todo eso se alza la Generación Kindle, aunque me apena ver que no unánimemente. Hay un grupo de autores, que va creciendo, según veo, que podríamos llamar los GK angry men, aunque también hay alguna que otra mujer (quizá sería mejor decir GK angry folks)
que, pasando de lo políticamente correcto y del status quo en el páramo
cultural en que nos desenvolvemos, escribe lo que les parece meritorio,
desafíe lo establecido o no. Porque el arte hay que cultivarlo por el
arte, no por el euro. Ars gratia euro suena bastante más mercenario que Ars gratia artis.
Si os he convencido, bienvenidos al carro. A tirar, se ha dicho.
Si no estás de acuerdo,
estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme
a mi dirección.