Felipe es un niño. En su primer día de instituto unos gamberros repetidores le acosan a él y a su amigo Ernesto. Y entonces Felipe descubre que puede hacer cosas que no pueden hacer los demás. Y así, resbalando, resbalando con Felipe vamos descubriendo muchas cosas interesantes que antes quizá nos habían pasado desapercibidas.
Este es el segundo libro que publico en 2022, y espero que sea del agrado de todos los lectores. Como adelanto incluyo el índice y uno de los capítulos del mismo, así como el enlace en que pueden ustedes obtenerlo:
Os presento, a modo de fragmento, uno de los capítulos. Espero que lo disfruten:
Felipe se sintió impotente, agarrado por aquellos predelincuentes mientras el agredido, que luego sabría que se llamaba Rafael, se aprestaba a darle con la misma piedra. Entonces deseó no estar allí, y de pronto se vio detrás de aquellos tres, que seguían agarrando el aire. Felipe no se paró pensar en nada, y agarró otra piedra y se la tiró a uno de aquellos matones, que se dieron la vuelta y salieron corriendo tras él.
Salieron corriendo detrás de Felipe, que corría como un gamo y se escondió detrás de un árbol.
Pero Felipe no estaba ya detrás del árbol. Se había subido a la última rama, y desde allí le tiró otra piedra al tercero de aquellos niños. Solo quedaba uno sano.
Ellos intentaron subirse al árbol para dar un escarmiento al que consideraban un peligro, pero les llovían las piedras, y cada uno de ellos acabó con varios hematomas. Se alejaron del árbol profiriendo amenazas.
Pero Ernesto ya se había refugiado en el aula, y le estaba contando a uno de los profesores lo que estaba pasando. Cuando los matones llegaron a clase, los estaba esperando el Jefe de Estudios, que les impuso una sanción, lo que los llevó a estar más enfadados aún con mi hijo.
Pero entonces se dio cuenta de que aquel canijo tirapiedras ya estaba allí, en la primera fila, junto a su amigo Ernesto.
Cuando salieron de clase, el tutor retuvo a los cuatro macarrillas media hora más en el colegio, para que los dos amigos pudieran irse tranquilamente.
Eran de Cascarria, por lo que no había peligro de que les hicieran nada por el camino. Y esperaban que al día siguiente se les hubiera pasado el enfado.
Tuvieron que explicar en su casa que les habían atacado unos niños mayores en el recreo, pero cuando fueron sus padres al instituto a ver qué había ocurrido, supieron la versión oficial del centro, así como el apercibimiento que tenían sus hijos. Le hicieron una seria advertencia de no meterse con los niños menores que ellos, a la que no hicieron el menor caso. Pero más les hubiera valido.