Este es el penúltimo volumen de nuestra antología Fábrica de cuentos, dedicado a relatos de humor. El humor es un género un poco difícil de escribir, pues aunque a todos nos gustan las historias divertidas, son pocos los autores que consiguen hacerlo de una forma limpia y espontánea. Creo que es el caso de los cuentos que está usted a punto de leer, pues le arrancarán, cuando menos, una sonrisa, sin caer en el humor soez y brutal de tantas otras narraciones, ya que el humor, para ser duradero, ha de ser sutil y elegante.
La guitarra de oro nos presenta a un guitarrista un tanto avispado, al parecer un conocido de juventud de Jack Crane. Jorge Roberto Ciruelos Casabayó nos muestra la visión de Don Rigoberto que tienen los que creen conocerle, mientras que Ricardo Corazón de León nos describe un entierro un tanto peculiar. Por otra parte, uno de los miedos que tenemos todos los escritores es quedarnos en blanco, no tener nada que decir: de ese problema me río yo en mi propia contribución a este libro, espero que contando con el beneplácito del lector y del escritor que lo lea. Isabelle Lebais nos enseña la entrada triunfal de su protagonista en su nuevo trabajo, mientras que XoElen Ruiz nos cuenta los problemas que tiene una norteamericana para descubrir el Viejo Mundo. José Enrique Serrano Expósito no se mueve de su Córdoba para enriquecernos con su variado gracejo. Y como colofón encontramos el ensayo reído de María Orgaz Bueno, que nos deja una sonrisa en la boca, cual postre de la abuela.
Pronto finalizaremos nuestra antología del cuento en
diez volúmenes. Esperamos haber acertado y que les guste a los
lectores, y los autores hayan perdido el miedo a publicar y
compartir sus pensamientos con todos nosotros, pues la mayoría no
había publicado antes.
Como de muestra basta un botón, os pongo el
cuento dentro de mi cuento, pues en esta ocasión he rizado
el rizo en clave de humor. Espero que lo disfrutéis y sirva para
que queráis leer los otros ocho de que consta este libro.
En esta ocasión, para abrir boca os he puesto también el
primer párrafo de cada uno de los otros
cuentos y del ensayo, en los enlaces correspondientes en
el índice.
—Yo soy el genio de la lámpara. Pídeme tres deseos y te los daré.
Jaime eructó. Miró con curiosidad al sujeto que tenía delante. Había surgido de la nada, y le estaba contando una historia alucinante. Él no estaba para esas tonterías a esas horas de la mañana. Después de una noche de marcha, en que no habían faltado las copas y el tabaco, así como alguna otra cosa rara de la que no sabía nada, su mente no regía mucho.
—Vaya plastas de amigos que tengo. A ver si me acuerdo un día de estos y mato a alguno...
—Amo.
—¿Amo a qué1?
—Amo. Tú eres mi amo, porque me has sacado de la lámpara maravillosa—, dijo el genio señalando un objeto de cobre deslustrado que yacía en el suelo.
—¿Esto que he apartado de una patada?
—Amo, la has frotado con el pie, y he salido de mi encierro milenario por tu conjuro.
Jaime volvió a mirar al extraño sujeto, rechoncho, cejijunto, como se estilaba antes en la huerta de Murcia.
—¿Y qué tengo que hacer para que dejes de darme la paliza, don Genio?
—Amo, debo concederte tres deseos para poder dejarte y volver a mi país.
—Vete al cuerno.
Y Jaime se fue a su casa. Se acostó y durmió plácidamente durante diez horas.
Cuando abrió los ojos, a eso de las seis de la tarde, dio un bote en la cama:
—Amo, no me diste las coordenadas del cuerno. No he podido irme allí. Luego tu primer deseo es nulo. Aún tienes tres deseos que pedirme.
—Joder con el genio de los cojones. ¿Y si te pido que desaparezcas, qué, no te vas a largar?
—Amo, si desaparezco no te puedo dar los otros dos deseos, así que volvemos al principio. Tres deseos, please.
—Jo, un genio internacional. ¿Y si no tengo nada que pedirte, qué? ¿No te vas a ir nunca?
—No puedo, amo. Pero te rogaría que me dijeras dónde está el cuarto de baño, que con tanto esperarte se me ha ido la carga atrás.
—Segunda puerta a la derecha, genio. Cuando acabes, tira de la cadena.
Cuando volvió el genio de sus necesidades, Jaime ya estaba desayunando.
—¿Quieres un café, don Genio?
—Los genios no tomamos café, amo. Si no te parece mal, amo, te recordaría que tengo algo de prisa. Hace mil años que no veo a mi familia.
—Mira, tío, no me des más la vara. No sé cómo has entrado en mi casa, pero si no te vas ya, voy a llamar a la policía. Esta broma ya dura demasiado.
—Amo, sé razonable, pídeme tres deseos, y me iré.
—¿Y si no me da la gana?
—Entonces tendré que ir a donde tú vayas, recordándote periódicamente mi ofrecimiento, por si hubieras cambiado de opinión.
—Mola—, dijo Jaime.
Y se apoyó en el respaldo de la silla, y pensó.
—A ver, Genio, dime cuál es el menú de opciones.
—Todo lo que puedas pensar, amo. Pero lo típico es una mujer hermosa, un tesoro, salud.
—Bueno, mira, acabo de cortar con Pura. Estaba dándose el lote con otro anoche, y a pesar de mis copas, me di cuenta de todo. La mandé a hacer puñetas. Dinero ya me lo manda mi viejo. No quiero más dinero. Además, el dinero no me ha traído nada bueno, sólo gorrones. Y salud, bueno, si a los 23 años no tienes salud, ¿cuándo demonios la vas a tener?
—¿Renuncias, pues a mis tres deseos, amo?
—Pues sí. Anda, don Genio, vete a tomar por el culo de una vez y déjame tranquilo, me cago en tu puta madre.
La verdad es que Jaime se rallaba un poquito cuando se cabreaba. Creía que todo era una broma pesada de alguno de sus amigos, o de Pura, su liviana ex-novia. Pero entonces pasó algo que le asombró mucho: el genio cambió el disco:
—Ex-amo, muchas gracias, por fin me has liberado. Has de saber que yo era un honrado carpintero de Bagdad en la época de Harum-al-Raschid, y siempre vivía nada más que para mi trabajo. Un día encontré esta lámpara, y al frotarla me salió un genio, que con su lastimera insistencia me rogaba que le pidiese tres cosas, y eso me importunaba mucho, pues tenía que terminar mis pedidos. Al final le dije coléricamente que no quería nada, y entonces me explicó que por fin se produciría su tan deseado relevo. Y me vi en el fondo de la lámpara mágica, y él se fue a su época y a su familia, como voy yo a hacer ahora. Desde entonces he sido un miserable genio esperando a un hombre generoso que no necesitase ningún deseo cumplido (pues los hombres sin aspiraciones egoístas son los más adecuados para hacer favores), y que, sin embargo, malhumoradamente me dijese que no deseaba nada.
Y mientras eso decía el genio, del cuerpo de Jaime empezó a salir un gas azul que iba entrando en la lámpara, y poco a poco el cuerpo de nuestro amigo se iba convirtiendo en ese gas mágico hasta que de Jaime no quedaba nada, absolutamente nada. A continuación el genio tomó la lámpara y, encaminándose al río cercano, la tiró en su parte más profunda desde el centro del puente que lo cruzaba.
A Jaime no le echó de menos mucha gente. Ni su novia, o ex-novia Pura, ni sus compañeros de juerga, que encontraron a otro mecenas, ni su casera, a la que nunca había visto. Ni su padre, cuyo banco seguía todos los meses enviándole la mensualidad al banco de Jaime.
Esta es la historia de un hombre genial que sabía tocar la guitarra y que además era muy listo para los negocios.
Debo tratar el tema que me ocupa, con la seriedad debida. La Sociedad Espiritual “Ateos Unidos de la parroquia San Nicolás” me ha encargado la escritura de un manuscrito destinado a la comprobación fehaciente y sin duda alguna, de que Dios no existe. He pasado veladas enteras sin dormir, consulté a filósofos, religiosos, agnósticos y otros intoxicados, para recabar una explicación contundente y convincente sobre el tema. Cuando ya desesperaba, como casi siempre ocurre en estos casos, me iluminé a pesar de que en ese momento había corte de energía eléctrica, y mi mente se encendió al acudirme el antiguo adagio que reza: “Dios es Argentino”. Es un proverbio muy audaz, pero muy rico en contradicciones. Para conocer las mismas, basta con vivir un par de meses por estas latitudes. Ante todo, Dios debe tener entre otras virtudes, no tan solo su omnipresencia y omnisciencia, sino también justicia ética y equidad. Estas tres últimas actitudes, hace largo tiempo han sido eliminadas de los diccionarios que se venden por acá en librerías, y en los que circulan por la Internet vernácula. Este fenómeno, de por sí, ya demuestra la inexistencia de Dios, al menos en nuestro territorio. Pero es un argumento poco consistente, de tal manera que me aboqué a buscar algo más incuestionable, para lo cual recurrí a la disciplina más científica que se conoce en el país, poseedor de varios premios “Nóbel”. Me decidí por la ciencia más estudiada, practicada y cultivada por casi toda la población. Los lectores más esclarecidos estarán en este momento adivinando a que materia me refiero. ¡Adivinaron! Se trata del balompié, conocido por la masa culta como fútbol, y por el populacho con el vocablo fobal, o con la expresión: “romper la redonda”. Abrevando en la historia fina de esta ciencia, llegué al caso más notable de todo el universo, que es la vida y pasión del inefable, etéreo, sutil maestro de maestros, don Diego A. Maradona. Debo reconocer la obra ciclópea de este santo varón, que nos hizo famosos por todo el mundo. Además, luego de este escrito, la prueba irrefutable de la inexistencia de Dios, al menos del Dios que vive y acciona en nuestro suelo patrio. El caso ampliamente tratado y debatido por historiadores y filósofos, se remonta a un partido en el cual Dieguito con un gol polémico ante Inglaterra, facilitó que Argentina fuese el campeón mundial de este deporte. Para los que no recuerdan las reglas del deporte de marras, se penaliza y anula la jugada que se realiza con la mano en lugar del pie, cabeza, abdomen, pecho espalda o culo. En este punto clave, se produce el misticismo que rodea al hecho, ya que de este caso se trata, debido a que el héroe metió la pelota en la red con los dedos de su miembro superior. El árbitro y el juez lateral o no lo vieron, o se hicieron los burros, alcanzados por el fervor religioso que nacía del hecho que el Dios argentino había iluminado al centro delantero, y acompañó su accionar hasta que la pelota se incrustó en la red. A partir de ese instante, en todos los libros de texto figura el milagro, como “la mano de Dios”. Aquí nacen las más variadas comprobaciones de la inexistencia de Dios, que se confunde con Satanás o el ángel caído. Citaré las más lapidarias. Dios es único, de modo que no puede en la concepción monoteísta, existir en más de una unidad. Los que defienden su existencia, dirán que se puede manifestar de diferentes maneras, pero deben ser concordantes y de modo alguno, contradictorias. Lo que habría hecho Dios, sería mostrarse en forma contradictoria. La emanación de él en forma material, como es el ser humano, no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo lugar. En el instante del mencionado gol, hubo dos dioses, el británico y el argentino. Para el galés, fue jugada anulada, para el argentino, un tanto. Ganó el Dios argentino de puro guapo, luego de darle unos empujones al inglés, que debió batirse en retirada. Esto que parece una nimiedad, es la clave del Dios argentino, guapo y compadrito, que ha conseguido convencer a todo un país, ayudado y especializado en leer los textos de Belcebú. Si el verdadero Dios existiese, no aceptaría una situación así, sin embargo, acá todos nos llenamos la boca con el Dios argentino. El triunfo de Satanás es claro, lo que no podría ocurrir de ningún modo si Dios existiera. A continuación hago un breve resumen de seis personajes relacionados a un farmacéutico argentino.
―¡Maldita sea mi suerte, mira que ir a meter la mano bajo
la roca donde justo estaba el cangrejo con más mala leche y
encolerizado del jodío universo! mira cómo me ha dejado la mano
el miserable cabrón―me dije en voz alta a mí mismo y me miré la
mano, sujetándomela con la izquierda, con pena, (la mano
derecha, mal pensaos). El pañuelo con el que la llevaba envuelta
había pasado de blanco a un rojo oscuro que daba grima y asco
verlo. Me lo destapé un segundo. Tenía el dedo pulgar chorreando
sangre y con no muy buen aspecto que digamos. Y eso que me había
ido corriendo y tirado de cabeza al agua porque, ¿no dicen que
el agua de mar lo cura todo? ¡Los huevos! ¡Joder cómo duele
esto…! y la sal del agua no ayuda precisamente…¡como escuece!
¿Quién me mandaría a mí ir a pescar cangrejos?
NEMESIO PÉREZ Y GÓMEZ DE VIVAR, murió en (omito el nombre de la provincia), el (también omito la fecha) del 2015, en la misma provincia de su nacimiento. Era el último y queridísimo cacique de la España profunda y seguía ejerciendo como tal, aún a pesar de los cambios que la sociedad había experimentado.
Ana era una escritora de éxito. Pero de vez en cuando se
encontraba seca, vacía de ideas. Lo pasaba mal. Se inspiraba en
relatos de otros, en películas, hasta en los telediarios.
El ascensor se paró y cuando las puertas comenzaron a cerrarse, una mano se introdujo entre las dos hojas, que retrocedieron rápidamente, y con una grácil pirueta un joven se plantó en mitad de la plataforma con un fuerte impulso. Me asusté tanto ante tal sorprendente e inesperada aparición, que hizo que mi cabeza chocase con la pared posterior del elevador, comenzando una caída grotesca e irremediable hacia el suelo.
Bueno, dicen que de
tanto pensar se puede quemar el cerebro y el mío a cada rato
huele a humo. ¡Ay, no!
La hermosa Cordobian, ciudad de elfos al sur de
Hispanian, ubicada no muy lejos de la portuaria Cádil, goza de
élfica paz a lo largo y ancho de sus calles.
En los tiempos que corren la sociedad cada día está más loca, más arruinada, más parada, más egoísta, más pesetera. Bueno si acaso está más “eurera”. Sí, me invento el término porque sería el equivalente. A ver si voy a tener que registrar el término en el Registro de Propiedad, jeje, porque nuestras amigas las pesetas se fueron hace ya como quince años… ¡Madre mía, quince años!, (si es que ya estoy mayor…) Cuántos años hace ya que se fueron, con lo que molaba coger aquella moneda de veinticinco pesetas con su agujerito y aprovecharlo para la cuerda de la peonza, o para ponerlo en la anilla de las llaves de casa. En realidad, ponerlo en la anilla de las llaves no tenía función ninguna, pues no valía nada más que para adornar y fardar que la tuya tenía agujerito, ya que había otras que eran más grandes y venían sin dicha abertura, y claro, así no molaba. Bueno, en mi caso más de una vez me salvó de un apuro cuando quería muchas chucherías de la tienda de al lado de mi casa y no me llegaba con las moneditas que llevaba. ¡Bendita moneda con agujerito, lo práctica que era!
Si le gustó este libro, puede que disfrute leyendo los demás de la colección.
Fábrica de cuentos es una antología de relatos en diez volúmenes que de género diferente estamos publicando desde 2014 a razón de un volumen cada tres meses.
Puede conseguir cualesquiera de estos libros en papel contra el precio de 1 euro, gastos de envío incluidos en todo el mundo en la dirección de los enlaces que se proporcionan en cada uno.
La colección consta de los siguientes tomos: